06 SEXTA CAJA / EXPOSICIÓN PORTÁTIL
COMISARIOS: RAFAEL DOCTOR
Al igual que las personas, las ciudades pueden ser o no ser fotogénicas. Siempre me he preguntado qué es lo que le pasa Madrid a este respecto: una ciudad que se acopla tan bien a la vida y que sin embargo no suele salir muy favorecida en las fotos se mire por donde se mire. Mi amigo Miguel Vilach dice tenerlo claro y así sostiene que esta ciudad es como esas personas que sin ser muy agraciadas físicamente resultan mucho más atractivas que las objetivamente guapas. Yo realmente no estoy seguro de ello, pero lo que si tengo claro es que es una cuestión que siempre me ha rondado la cabeza pero para la que nunca he encontrado una respuesta clara.
En literatura, incluso en cine, Madrid mantiene el tipo y ofrece lo que se espera de ella, sin embargo con la fotografía no tengo la sensación de que ocurra lo mismo.
Planteemos un repaso imaginario por la imagen de Madrid desde que a mediados de siglo XIX se presentó el invento públicamente en la calle Arenal –y se fotografiaron sus tejados por primera vez– hasta la actualidad.
Así vamos a tener las primeras vistas de los monumentos de Clifford u otras como las de la Pradera de San Isidro de Laurent, el nacimiento de la Gran Vía que retrataba Marín o aquella vendedora de pavos de Alfonso, pasando por imágenes de preguerra de Cartier–Bresson o de guerra de Capa y tantos otros y de una postguerra en la que ni el flou de Ortiz–Echagüe acababa de surtir efecto, aunque sí el contoneo de esas amigas que subían la Gran Vía y que de espaldas fotografió Catalá–Roca un sábado o un domingo de los años cincuenta, la misma época que Enrique Palazuelo recorría las calles con Camilo José Cela para formar esas escenas matritenses, o Carlos Saura miraba El Rastro para dar imagen a lo que antes había escrito Ramón Gómez de la Serna. Más adelante un Madrid que se fuerza a sí mismo a tener una nueva imagen para estar a la altura de unos nuevos cambios y transiciones y en el que por fin se descubría que era la vida misma lo que daba sentido a ese espacio y no unas u otras formas o cualidades. Así Pablo Pérez Mínguez mira de frente a esa vida y Ouka Lele y Alberto García–Alíx y Yuste y Trillo y tantos otros que han descubierto que esa vida tiene su razón de ser en sus gentes y que son ellas las verdaderas fachadas que hay que mirar para fotografiar claramente a esta ciudad; rostros y composturas que son el mejor panorama de una ciudad que se escurre, que se escapa siempre.
Rafael Doctor